Este árbol está adaptado a sobrevivir en entornos áridos y de altas temperaturas. Durante la temporada seca, pierde todas sus hojas y parece un árbol sin vida, pero revive rápidamente con la llegada de las primeras lluvias. Comúnmente se encuentra en las inclinadas laderas y colinas. Su corteza, suave y de tonos que varían desde el púrpura hasta el gris, exuda una resina de color blanco o amarillo pálido. Este árbol puede crecer hasta los 10 metros de altura y se desarrolla en altitudes que van desde los 50 hasta los 1500 metros sobre el nivel del mar.

En Perú, la normativa forestal promueve el uso sostenible de la madera de palo santo mediante un Plan de Manejo Forestal, que asegura la renovación y conservación de este recurso, a la vez que contribuye a mantener limpias las áreas de bosques, márgenes de ríos y represas de irrigación, que tienden a acumular troncos y ramas caídas.

Hoy en día, el palo santo sigue siendo valorado como incienso o sahumerio. Solo se utilizan los árboles que han muerto naturalmente al final de su ciclo de vida. Estos son los únicos que, después de un período de reposo, desarrollan y liberan sus característicos aromas y concentran sus aceites esenciales.